Entrevista a Sofía Olivera, jugadora profesional de UAI Urquiza, Argentina.
Sofía habla segura y concisa. Ante cada prejuicio sobre el fútbol femenino tiene una respuesta concreta y propone alternativas. Esa vocación de retener y salir jugando la llevó a defender el arco de Peñarol hasta el 2020, cuando consiguió un contrato con Rosario Central y empezó en el fútbol semiprofesional de Argentina. Hoy, defiende a UAI Urquiza, club que ha ganado cinco campeonatos en primera división y cuyas jugadoras son denominadas “Guerreras”. Su entrevista forma parte de la expedición del año: “Mujeres con cancha”.
“No fui de la generación de baby fútbol mixto. Recién en el liceo pude ir a practicar fútbol. El boom llegó dos o tres años después”, relata y ejemplifica el cambio cultural que se generó y que fue creciendo con los años. No sabe exactamente de dónde nace su pasión si de ver a su padre que siempre fue cercano al fútbol o de ver al hermano mayor que practicaba de baby fútbol. De lo que está segura es que siempre lo quiso practicar. Entonces, cuando empezó a tener libertad para moverse en la calle, sus primeras expediciones fueron a canchas donde adolescentes de su edad practicaban fútbol. Así a los doce años empezó a jugar en Rampla, cuyo lugar de entrenamiento era al costado del Estadio Centenario sin tener su lugar propio.
Su tránsito por el fútbol femenino en Uruguay siempre tuvo el apoyo de su familia, quienes la vieron a los 16 años en la Selección y también en Cerro y en Peñarol. Su proceso fue en ascenso y vio las transformaciones en el fútbol femenino. “Hoy por hoy la mayoría de los clubes dan el espacio físico para que entrenen las mujeres. Peñarol, Nacional y Wanderers están dando el lugar y fueron entendiendo que es necesario generar un equipo”, explica. Sin embargo, advierte que esas mejoras se consiguen con resultados: “Para tener, tenés que ganar” y compara que con el fútbol masculino no se da esa exigencia. Y enumera cómo cuando hubo interés en estimular el fútbol femenino se vieron resultados: “La mejor fue la selección sub 17 en el Mundial Femenino en Azerbaiyán. Fue la generación que hizo baby fútbol. Demuestra que hay nivel y hay que apoyar. Hay muchas personas que apoyan al club, a la AUF. Hubo mucha gente interesada en que creciera el fútbol”.
A pesar de apoyos institucionales entiende que la profesionalización es un horizonte lejano para muchas jugadoras y sostiene que, si bien hay muchas deportistas que priorizan el fútbol por vocación y viven para el fútbol, sin una remuneración acorde para que las jugadoras se puedan dedicar exclusivamente y cuidar su preparación física: alimentación y entrenamiento.
El profesionalismo sostiene, que se logra en base a contratos y no solo el pago de viáticos “algunos clubes lo logran garantizar pero es una situación disímil. Mucho de ello depende de la difusión que ha mejorado, pero solamente cuando sale el campeón sin considerar que hay otros partidos y preparación”.
“No se sabe cuál es el huevo y la gallina. Quienes deciden eso son quienes tienen el poder y la respuesta es «no rinde». Aunque le digamos que si lo difundís va a rendir”. Y pone como ejemplo Argentina donde en la final del campeonato asistieron 25 mil personas. Sin dejar atrás los logros de sus colegas, y como si fuese un saque de mano que comienza la jugada del gol, sostiene que “los equipos locales han tenido buenos rendimientos internacionales, Nacional quedó cuarto en la Copa Libertadores y eso es un montón, todos los equipos que compiten son profesionales”.
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